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Adi Shankaracharya y el Renacimiento de la Tradición Védica

12 diciembre, 2024

“Me he imaginado un trono de piedras preciosas para Ti,

agua fría para que puedas bañarte, 

trajes divinos adornados con muchas joyas, 

pasta de sándalo mezclado con almizcle para ungir tu cuerpo, 

flores de jazmín, champaka y hojas bilva, 

incienso, y una brillante llama. 

Acepta todo esto que he imaginado en mi corazón por Ti,

 Oh Dios Misericordioso.”

Shiva Manasa Puja – Adi Shankaracharya

El nombre y la imagen de Adi Shankaracharya recorren con sólida presencia miles de templos, bibliotecas y corazones a lo largo de la India y en todo el mundo. Su figura como pensador y autor prolífico lo ha elevado a la cima del pensamiento espiritual en el subcontinente indio, al punto de considerarse una de las mentes más grandes de la historia, a la altura de Buda, Platón, Pitágoras o San Agustín. Es un pilar fundamental en el mundo del Sanatam Dharma, la Tradición Védica, pues su legado del Advaita Vedanta (la doctrina no dualista) ha dejado una huella que trasciende en el tiempo. Sin la claridad y el ímpetu que Shankaracharya imprimió a su época, el impacto del Dharma en Oriente y en el mundo no serían comprensibles. Y, aún más allá de la devoción religiosa que le rodea y de su obra escrita, su vida es un testimonio viviente de una búsqueda de la verdad sin fronteras, más allá, y de un fervor espiritual cuya profundidad no ha sido aún apreciada en su justa medida por Occidente.

El origen de un maestro prodigioso

La vida de Adi Shankaracharya comienza en el año 788 d.C., en el pequeño poblado de Kalady, Kerala, junto al río Purna, en el sur de la India. Su nacimiento fue anunciado por el Señor Shiva, deidad familiar de sus padres, Aryamba y Shivaguru, quienes en sueños recibieron la revelación de que su hijo sería un ser extraordinario, pero con una vida muy corta. Los padres del futuro maestro vieron en sus visiones el propósito que tendría su hijo, y prepararon así los rituales que debían realizar para recibir su alma de forma adecuada.

Desde su niñez, Shankara demostró un prodigioso intelecto y una innata devoción hacia lo divino. Aprendió a hablar antes de cumplir un año, y a los ocho ya recitaba con precisión escrituras complejas después de oírlas solo una vez. Componía con naturalidad, y sin planeación previa, suktams y stotrams (himnos de invocación en sánscrito), entre ellos el famoso Nirvana Shatakam, invocaciones tan poderosas ante las que, según se cuenta, los dioses respondían al instante. Con una claridad y pureza de conciencia excepcionales, Shankara se dio cuenta de que la vida de un cabeza de familia no era su llamado; así, convenció a su madre de que le permitiera tomar el sendero de sannyasa, la renunciación. De esta manera, se convertiría en un yogui y buscador de la verdad en cuerpo y alma, dejando atrás el hogar para lanzarse a una búsqueda espiritual sin precedentes.

A su corta edad, y con escasos recursos, Shankara viajó por bosques y montañas en el subcontinente, mendigando la caridad de aquellos que encontraba en su camino, motivado por un insaciable deseo de encontrar la verdad y a un maestro que pudiera revelársela. Eventualmente, halló al legendario sabio Gaudapada, quien, al reconocer su potencial, lo envió a aprender bajo la tutela de su mejor discípulo, Govindapada. Con él, Shankara se sumergió en la meditación, el autoconocimiento y el estudio de los Upanishads y los Brahma Sutras, textos fundamentales del Vedanta. Así, bajo la guía de Govindapada, el joven Shankara alcanzó una comprensión del Advaita Vedanta que transformaría para siempre la Tradición Védica.

Un contexto de decadencia espiritual

Para comprender la magnitud del cambio que Shankara trajo, es necesario entender el estado de la Tradición Védica en su época. Aunque los Vedas ya contaban con una tradición milenaria, varios principios se habían perdido en cuanto a su inclinación ritualista y el deterioro de las castas brahmínicas, que predominaban en la sociedad; una decadencia atribuida al oscuro ciclo de Kali Yuga, la Edad de Hierro. Durante el tiempo de Shankara, las ceremonias védicas, antes dedicadas a la búsqueda de la inmortalidad, habían sido relegadas a un medio para obtener bienes materiales: ganado, fertilidad en la agricultura, descendencia y prosperidad. Así, el objetivo espiritual del Veda había sido oscurecido y distorsionado.
Frente a esta realidad, Shankara implementó un plan integral para rescatar la tradición: organizó una estructura que garantizara su conservación y la restauración de su verdadero propósito. Estableció cuatro mathas o monasterios en las regiones cardinales de la India: en Puri, Dwarka, Jyotirmath y Shringeri. Estos monasterios se convirtieron en los custodios de la enseñanza védica y del Advaita Vedanta, y Shankara nombró un Maestro, un Shankaracharya, en cada uno: una figura que lideraría la transmisión de este conocimiento. A partir de estos cuatro Shankaracharyas, quienes heredaban el nombre de su precursor, el linaje creció y, con el tiempo, se estableció una red de ocho pontífices encargados de preservar y guiar esta tradición. Este sistema de mathas ha perdurado hasta hoy, con una línea discipular ininterrumpida que data del mismo Adi Shankara en el siglo VIII. A ese respecto, en la Escuela Valores Divinos y el CLEV contamos por muchos años con la bendición de Swami Divyananda Shankaracharya, mentor y cercano referente y amigo de la Madre Shaktiananda, quien pudo guiarla y ofrecerle su enseñanza y su amor de manera incondicional.

Sus discípulos y los debates

Con la bendición de su maestro, Adi Shankaracharya comenzó a viajar por toda la India, enfrentándose en debates filosóficos y estableciendo el Advaita Vedanta como la culminación de la sabiduría espiritual. Unificó las diversas corrientes del pensamiento védico de su tiempo, y enfrentó a los principales exponentes de otras doctrinas o darshanas en memorables debates. Entre los más recordados está el que sostuvo con Mandana Mishra, un brillante filósofo de la escuela Mimamsa, quien defendía la ciencia ritual védica con rigor por encima de las verdades del Vedanta. La victoria de Shankara en este debate fue crucial, y llevó a que Mandana Mishra, quien contaba con la aprobación de su esposa Sarasvati, aceptara ser su discípulo, adoptando el nombre de Sureshvara. Más tarde, Sarasvati misma se convirtió en seguidora de Shankara, al quedar profundamente impresionada por su destreza y estatura espiritual.

El encuentro en Varanasi y la manifestación de Shiva

Shankara residió un tiempo en Varanasi, conocida también como Kashi, donde compartió su conocimiento cerca del templo de Kashi Vishwanath. Allí debatía y orientaba a los eruditos y devotos que acudían a escucharlo, como Sanandana, uno de sus primeros discípulos. Un día, mientras él y otros devotos se dirigían al Ganges, apareció un hombre de la casta de los intocables (dalits), la casta más baja del sistema social indio antiguo, acompañado de perros callejeros. Los discípulos, tratando de proteger la pureza de su maestro, intentaron apartar al hombre, pero él respondió de manera inesperada: “Enseñas que todos somos uno en la conciencia pura. ¿A quién pides que se aparte? ¿A este cuerpo, hecho de los mismos cinco elementos que el tuyo, o al espíritu que mora en mí, que es eterno y puro?” Estas palabras conmovieron profundamente a Shankaracharya, quien de inmediato reconoció en él la presencia de Shiva. Sin dudar, se postró ante el intocable, quien desapareció, revelando al dios Shiva en su lugar, y a los cuatro perros que representaban los cuatro Vedas. Shiva le otorgó su bendición y le encomendó escribir un comentario sobre los Brahma Sutras para el bien de la humanidad en el futuro.


Con esta misión, Shankara se dirigió a Badrinath, en el corazón de los Himalayas, para escribir en paz. La travesía fue larga y desafiante, pero, una vez allí, se dedicó a escribir sobre los Vedanta Sutras, los Upanishads y el Bhagavad Gita, compilación conocida como el Prasthana Trayi, el fundamento del conocimiento Vedanta. A los doce años Shankara ya había creado un legado de sabiduría que guiaría a generaciones de buscadores de la verdad.

Devoción y lealtad: el milagro de Padmapada

Uno de los episodios más conmovedores de la vida de Shankara fue el acto de devoción de Sanandana, quien, al llamado de su maestro desde el otro lado del Ganges, corrió por el agua con tal fe y entrega, que decenas de flores de loto emergieron bajo sus pies en cada paso sosteniéndolo. Admirado por la pureza de su devoción, Shankara lo llamó Padmapada, “el de pies de loto.” Su entrega incondicional consolidó la fama de Padmapada como un devoto fiel y un ejemplo de que la verdadera devoción es una vía extraordinaria hacia la realización espiritual.

Encuentros con grandes sabios y la extensión de su misión

Mientras enseñaba en las orillas del Ganges, Adi Shankara fue desafiado en un prolongado debate de ocho días por un anciano brahmán que al final resultó ser Veda Vyasa, el compilador de los Vedas. Al reconocerlo, Shankara se postró ante él y recibió su bendición. Vyasa, el elevado Sabio que también había escrito el Mahabharata y los 18 principales Puranas, le otorgó más años de vida para que pudiera cumplir con su misión, asegurando la propagación de su sabiduría. Así Shankara no tuvo que morir a los 16 años, como estaba pautado, sino a los 32.

El discípulo devoto Giri y el despertar de su conocimiento

Finalmente, en Shringeri, Shankara conoció a Giri, un joven cuya devoción era tan profunda que anticipaba las necesidades de su maestro. Un día, mientras Giri se retrasaba, algunos discípulos, como Padmapada, comentaron que no valía la pena esperar, pues consideraban a Giri intelectualmente limitado. Shankara, queriendo darles una lección, despertó en Giri el conocimiento de las escrituras mediante su gracia. Así, Giri reveló de inmediato un himno sagrado o suktam en la compleja métrica Totaka, asombrando a todos. Desde entonces, fue conocido como Totakacharya, uno de los cuatro discípulos principales de Shankara, junto a Padmapada, Hastamalaka y Sureshvara.

El legado inmortal de Adi Shankaracharya

La vida y obra de Adi Shankaracharya ha dejado un legado inmortal en la Tradición Védica y en la espiritualidad universal. Sus enseñanzas sobre la no dualidad y la realización del Ser como esencia última han perdurado como un faro de sabiduría que ilumina el camino de incontables buscadores. Ese legado se extiende más allá de su breve vida física. Sus obras, que incluyen comentarios magistrales sobre los Upanishads, el Bhagavad Gita y los Brahma Sutras (también conocidos como los Vedanta Sutras), continúan siendo pilares del pensamiento filosófico védico. Estos comentarios, de esas 3 compilaciones textuales específicas, se conocen como el Prasthana Trayi, y son un requisito obligado en cualquier formación seria del Vedanta.

Así, su énfasis en la unidad espiritual y su visión de que el individuo y el universo son esencialmente uno en la Realidad Suprema, han dejado una marca indeleble en la espiritualidad de la Tradición del Himalaya, en la India y en el mundo entero. Por esa razón su vida es un testimonio de la búsqueda inquebrantable de la verdad absoluta y la realización espiritual, inspirando a generaciones enteras de buscadores en el camino de la sabiduría y la realización.

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“No sé cómo recitar tu mantra, no sé como adorar tu yantra, ni sé como darte la bienvenida o meditar sobre Ti, no sé cómo rezarte o cómo hacer tu mudra, ni sé cómo abrir mi corazón para decirte de mi sufrimiento, Pero esto sé, ¡Oh Ma! Tomar refugio en Ti destruirá todo mi pesar.”

Devi Apadakshamapana Stotram – Adi Shankaracharya

BIBLIOGRAFÍA:

Swami Somanathananda, Juan Camilo Mantilla – Mesa de redacción e investigación del CLEV

3 Comentarios

  1. Ons

    Responder
  2. ONS! Muchas gracias por la información proporcionada en este artículo.

    Me sirvió mucho.

    Responder

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